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25 jun 2012

El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford

Contemplo mis manos ensangrentadas y mi gesto malvado y me pregunto cómo ese hombre se ha equivocado tanto.


Jesse James (Brad Pitt)

Estaba llegando a su mediana edad,  y por entonces vivía  en un caserón de Woodland Avenue. Acomodado en su mecedora, se fumaba un puro por las tardes mientras su esposa se secaba sus sonrosadas manos en el delantal y atendía con diligencia a sus dos hijos.  Sus hijos conocían bien sus piernas, el cosquilleo de su bigote en las mejillas. No sabían como se ganaba la vida su padre, ni porque se mudaban tanto. Ni siquiera sabían su auténtico nombre. En el directorio local constaba como Thomas Howard. Iba a todas partes de incógnito, y compartía mesa con minoristas y comerciantes bajo la apariencia de ganadero e inversor, alguien acomodado, ocioso, convencional. Tenía dos orificios de bala sin cicatrizar en el pecho, y otro en el muslo. Le faltaba la parte superior del dedo corazón y procuraba que no se viera la mutilación. También padecía de una enfermedad llamada  blefaritis, lo que le obligaba a parpadear más de lo habitual, como si la realidad le resultara inconcebible. La temperatura parecía subir cuando él estaba presente. La lluvia caía más vertical. Los relojes se ralentizaban.  Los sonidos se amplificaban. Se consideraba leal al sur y combatiente de una guerra civil interminable.  No se arrepentía de sus robos, ni de los 17 asesinatos que afirmaba haber cometido . Había pasado otro verano en Kansas City, Missouri, y el 5 de septiembre del año 1881, cumplió los 34 años de edad. 



Cadáver de Jesse James




Los grabados resultantes se vendieron a 2 dólares la unidad, y fueron modelo para las portadas litografiadas de numerosas publicaciones. Pronto, miles de forasteros emprenderían fervorosos peregrinajes a la casa, o venerarían sus restos mortales conservados en hielo en la cámara refrigerante de Siden Faden. El hombre que ofreció 30.000 dólares por el cadáver del asesino del presidente Garfield envió un telegrama al alguacil de la ciudad, ofreciendo 50.000 por el cadáver de Jesse Woodson James para poder recorrer el condado con el, o al menos venderlo para el mayor espectáculo del mundo. Se hizo otro retrato del legendario bandido americano yaciendo sobre un lecho de hielo, y fue precisamente ese el más solicitado en colmados y boticas para ser visto por el estereoscopio junto a la Esfinge, el Taj Mahal, y las catacumbas de Roma.



Robert Ford (Casey Affleck)


Para octubre de 1883 el rostro de Bob Ford era más conocido que el del mismísimo presidente de los Estados Unidos. Era tan famoso a los 20 años a como Jesse James después de 14 años del atrocinio Se recordaba levantando el revolver que Jesse le regaló, y de pronto era viernes santo y estaba leyendo una reseña sobre el funeral, como si hubiera sucedido largo tiempo atrás. Estaba avergonzado de su fanfarronería, de su pretendido coraje y crueldad, lamentaba su sangre fría, su impasibilidad, su incapacidad de expresar lo que ahora creía tener claro: Qué en realidad se arrepentía de matar a Jesse, que le echaba de menos tanto como los demás, y que deseaba que su asesinato no hubiera sido necesario. No habría elogios para Bob. No se venderían retratos de su cuerpo en los colmados, ni las calles se abarrotarían de gente bajo la lluvia para ver el cortejo funerario, ni se escribirían biografías de él, ni le pondrían a los nacidos su nombre;  y nadie pagaría 25 centavos para visitar los lugares en los que creció. El rifle escupiría fuego, y  Robert Ford yacería en el suelo, mirando al techo, mientras que la luz de su mirada se desvanecía sin que pudiera encontrar las palabras adecuadas.